“Haría falta
que tras la puerta de cada hombre feliz y satisfecho estuviera alguien con un
martillo pequeño que le recordase continuamente con sus golpes que existe gente
desgraciada, que la vida, por muy feliz que sea, tarde o temprano le enseñará
sus garras y la desgracia-la enfermedad, la pobreza, la muerte-caerá también
sobre él, y entonces nadie lo verá ni lo oirá, como ahora él tampoco oye ni ve
a los demás. Pero no tenemos a ese hombre del martillo; el hombre feliz sigue
su vida, los pequeños problemas de cada día le afectan muy por encima, como el álamo al viento, y,
en resumen, todo está a pedir de boca….”
Anton
chejov